"De entre los muertos....", por María


Hace tiempo escribí este relato sobre el final de los Roldán y he pensado que, al hilo del último Especial que hemos visto, estaría bien traerlo aquí para que lo disfruteis.
Lo escribí a instancias de otra forera que propuso un ejercicio de estilo, consistente en matar a un personaje de la serie. Yo enseguida pensé en esta trama que se quedó al final de la 3ª temporada y que nos dejó a todos con un sabor de boca bastante agridulce.
Espero que os guste ;)




CAPÍTULO I



Llevaba un buen rato dando vueltas por la calle. Casi ni se tenía en pie, pero lo había conseguido. Estaba ya en la plaza de los Frutos. Un poco más y estaría en casa. Iba tambaleándose pero aún se tenía en pie. Le había preguntado a una pareja de vecinos que por dónde quedaba su casa. ¿Le habían reconocido? Seguro que si. Todo el mundo sabia quien era el. Don Hipólito Roldan. (¿Cómo no iban a saberlo?) . El, que le había estrechado la mano al Caudillo. El que era Jefe Superior del Sindicato de…. Esa noche estaba lloviendo a cantaros. Esa tormenta que llevaba esperándose todo el día, y que estaba descargando sobre de Madrid de forma salvaje. Pero el ya había llegado a su casa. Pronto se dejaría de mojar.

Subió las escaleras de manera sorprendentemente ágil. Debía de ser la sangre. Si, esa sangre que se la había calentado Octavio, en el Morocco, y las palabras que tuvo con el. (¿Quién se había creído Octavio que era?). Y ahora el llevaba en la sangre una mezcla alcohol, adrenalina y testosterona que le hacia subir las escaleras de su casa como si fuera un toro. Porque así era como se sentía. La rabia que tenia dentro le hacia sacar las fuerzas de donde no se había imaginado. Nada ni nadie iban a pararle esa noche….

Sorprendentemente, acertó a la primera con la cerradura. Abrió su puerta silenciosamente. No sabia porque, pero si tenia aun, a pesar del alcohol, la suficientemente lucidez mental para acordarse de que no debía hacer ruido. (¿Por qué? ¿de quién se escondía?)

Cerró sin hacer ruido. Todo estaba quieto. Solo se oía el tronar de la lluvia golpeando los cristales. Se detuvo un segundo, conteniendo la respiración. Un trueno. Silencio. Si, era hacia la derecha. Se dirigió hacia allí y entro. Ella estaba en la cama. ¿Durmiendo, quizás? Al verla allí tendida, se le encendió aun mas la llama del deseo. Se acerco. Era una criatura preciosa, joven, fresca, ¿Qué más necesitaba? Le olió el pelo. Olía a mujer, a campo fresco. Ella estaba adormilada, dijo algo (¿Qué más da? No lo podía entender. No con tanto alcohol como llevaba en el cuerpo.) Entonces recordó que tenía que cerrar la puerta del dormitorio con llave. No sabia muy bien porque, pero tenía que hacerlo. Y cerró. Y se apodero de el un deseo como no recordaba nunca. Se le salían las fuerzas del cuerpo. Oía gritar (¿suplicar, tal vez?). La sujeto fuertemente. Ella se revolvía. No entendía que decía. Simplemente su voz resonaba en su cabeza. Pero cuanto mas gritaba ella, mas se encendía el. Ni siquiera sentía las patadas y arañazos que le daba ella, intentando defenderse. ¿Que más oía? ¿La puerta del dormitorio, quizás? ¿Alguien intentaba abrirla? Que más da. Estaba a punto de terminar. Ella se revolvía mucho. (Hay que ver la fuerza que podía tener una chica así). La bajo de la cama al suelo de un empujón. Entonces ella dejo de moverse (¿se había golpeado la cabeza con el suelo?) Por un momento la tuvo ahí, casi desnuda, solo para el. Pronto terminaría y la haría suya.

Se oyó un ruido fuerte (como un crack). Lo suficientemente fuerte como para distraerle de lo que estaba haciendo y hacer asomar una leve sombra de preocupación en su rostro. Volvió la cabeza (¿Qué pasaba?)

……………….…De repente no vio ni sintió nada más.



.....

CAPÍTULO II


.....

La lluvia no paraba de tronar. No podía dormir. Llevaba un rato dando vueltas en la cama. Le había dicho a Matilde que se acostara y se durmiera tranquila. Al fin y al cabo ella era su mujer. Ya le tocaría aguantar todas las borracheras que trajera Hipólito esa noche, si es que aparecía por allí, claro….

Se oyó… ¿un ruido? ¿Tal vez la puerta? Quizás fuera él, que ya había llegado. Bonitas horas de presentarse. (¿se puede saber donde había estado toda la noche?). Espero que apareciera.

Nada. ¿Hipólito? ¿Era él? Se oye otro ruido. ¿Otra puerta tal vez? Mejor se levantaba. ¿Qué estaría haciendo este hombre? Salio al pasillo mientras se ponía la bata. La puerta del cuarto de Mati se estaba cerrando. Alguien echaba la llave por dentro. Corrió hacia la puerta. No sabía exactamente que estaba pasando pero no le gustaba ni un pelo. ¡Hipólito! ¡Mamáaaa! (Dios mío, que pasa….) ¡¡¡Hipólitoooo!!!!...... ¡¡¡¡¡¡Mamáaaaa…!!!!! Gritos ahogados. Silencio. La lluvia sonando de fondo.. (¿Donde demonios estaría la llave de repuesto?). Arremetió contra la puerta. (Dios mío, que poca fuerza tiene una mujer- pensó para sus adentros-). Ni siquiera se dio cuenta del dolor que luego tendría en el hombro al intentar derribar la puerta maciza con su cuerpo de 60 kilos. Solo quería derribar esa puerta que se interponía. (¿Porque no tendría mas fuerza?) Hubiera querido ser un hombre, por un momento, para entrar de un empujón. ¡¡¡¡Basta!!!!, ¡¡¡ Hipólito, qué haces!!! ¡¡Que es tu hija, Hipólito, por Dios!!… (¡¡Mamáaaaa…….!!)

Corrió por el pasillo. Buscó en el paragüero,… no, no servia… Entro precipitadamente en el salón. Fue hacia la cómoda. Estiro la mano buscando el jarrón. (¡Mierda, se cayo al suelo!). El mueble, si, en el mueble…… Agarro un busto de mármol que había en el mueble. Pesaba mucho. Casi no podía con el, pero era muy duro y pesado.

Fue hacia la puerta y empezó a golpearla. Uno, otro, otro. Ya casi tenía un agujero hecho en la madera. Otro más. Metió la mano por el agujero y abrió el pestillo.

Fue solo un momento fugaz. Una imagen que se le quedo grabada en el alma. Una décima de segundo. Mati estaba tendida en el suelo, exánime, con el camisón blanco hecho jirones, y los ojos cerrados. Su muñeca había caído sobre un cojín en el suelo, y estaba con el pelo alborotado y los ojos muy abiertos, como asustada de lo que estaba viendo. Hipólito estaba medio desnudo y se disponía a tirarse encima de ella……. Y en ese momento ella sintió que le hervía la sangre, que se le escapaba de las venas, y que tenia una fuerza como 1000 veces superior a la que había tenido nunca, superior a la que sintió cuando echo a sus dos hijos al mundo.

Lo siguiente que pudo recordar era una gran sensación de alivio. No sentía que había hecho nada malo. Solo alivio. Alivio de ver que había podido librar a su hija de aquello. Y sentía su propia respiración acelerada, pero con alivio…. Respiró hondo. Ya no oía nada más. Ni gritos, ni sollozos, ni golpes. Solo el silencio. El silencio de la lluvia martilleando incansablemente sobre la ventana. Volvió a exhalar un largo suspiro, intentando tranquilizarse, aunque estaba de pie, paralizada. Y notaba el peso que le colgaba de su brazo derecho. No lo había soltado. En su mano crispada seguía agarrando el pesado busto de mármol, ese busto que se compraron durante el viaje de novios, y que ahora estaba manchado de sangre……..

…………Y fuera seguía lloviendo.



......

CAPÍTULO III


......

Se acostó lentamente. Dios mío, como llovía. ¿Se estaría mojando su padre? ¿Le habría pasado algo? Las tormentas le habían dado miedo desde que era pequeña y había tenido uso de razón, pero esa noche era distinto. Era,… no sabia como definirlo… un miedo extraño. Hubiera querido que su madre durmiera en la otra cama, junto a ella, pero le había dicho que no. No quería que la despertase cuando viniese papá.

No pudo evitar pensar en todo lo que había pasado estos últimos días. Las continuas peleas de sus padres, la desaparición de su prima Alicia, la conversación con Carlos (Carlos, su hermano, que se había quitado de en medio)… y estaba ella sola en esa casa, entre las discusiones de el uno y de la otra. Siempre en medio. Quería dormirse, quería enterrarse entre las mantas y olvidarse de todos los problemas, aunque solo fuera por un minuto. Abrazo la muñeca (una muñequita pequeña, de cuando era niña. Se la había regalado una tía suya muy viejecita, en un cumpleaños, y le hizo toda una colección de vestidos para jugar con ella). La tenía en un cajón de la cómoda guardada, pero ahora le reconfortaba la presencia de la muñeca. Como si aun fuera esa niña que fue, cuando sus padres se llevaban bien, y aun no había pasado el tiempo. Cerro los ojos e intento dormirse.

Silencio. La lluvia. Caricias. ¡Papa, eres tú! Su padre estaba acariciándole el pelo. (¡Que alivio!). Estaba sano y salvo, a pesar de la tormenta. Y sintió otra vez sus caricias en su cara. ¡Papa!…. Hipólito se volvió y cerró la puerta con llave. (¿Que hacia?). Tal vez iría a darle alguna sorpresa, sin que se enterara su madre.- Papa, ¿que haces?, pregunto un poco adormilada. ¿Que hacia? Se estaba desabrochando la camisa. No sabia porqué, pero esto no le gustaba. -Papa, ¿qué haces? - volvió a preguntar. Entonces Hipólito se desabrocho los pantalones. PAPA--- la sujeto contra la cama. ¿Qué estaba haciendo su padre? ¿Qué se proponía? ¿Por qué le hacia eso? ¿Qué estaba pasando?. Intento zafarse pero no podía. Su padre tenía mucha fuerza. ¡¡¡¡¡Mamáaaaa, por favor, mamáaaa!!!!…. ¡¡¡¡¡Noooooo!!!! Se revolvió con todas sus fuerzas, pero las de su padre eran aun mayores. Le pego un tirón del camisón. Ella daba patadas, arañazos, pero Hipólito la sujetaba, como si estuviese sordo a sus gritos y a los golpes que daba su madre en la puerta. La tiro al suelo entre las dos camas, para sujetarla mejor. ¿Qué diantres estaba haciendo su padre? ¿Qué querían de ella?……..

Oscuridad. El vacío. Lluvia. Silencio.

¿Qué había pasado? La cabeza le daba vueltas. ¿Se había desmayado? ¿O habría sido el golpe contra el suelo, tal vez? ¿Cuánto tiempo había estado así? ¿Un minuto? ¿Diez, tal vez? Intento moverse pero no podía. Todavía sentía la cabeza retumbar. El golpe había tenido que ser muy fuerte, para hacerle perder el conocimiento. Apretó los ojos. Veía un poco borroso y la habitación le daba vueltas. Y presto atención al ruido.

Si, el ruido. Ya no se oían gritos, ni golpes, ni su madre llamándola y llamando a Hipólito. Solo escuchaba el silencio. Un silencio que le estremeció. Y debajo del silencio percibió el tronar sempiterno de la lluvia, que seguía golpeando los cristales como si quisiera entrar dentro.

Respiro hondo. Movió la cabeza e intento incorporarse poco a poco. Despacio. El corazón se le aceleraba. Intento tapar su pecho con los jirones de su camisón, que estaba hecho pedazos. ¿Qué había pasado?

Y entonces le vio.

Vio a Hipólito boca abajo, desnucado, en medio de un charco de sangre que le salía de la cabeza. Y al lado, de pie, su madre la miraba, con los fijos y temblándole las piernas. En su mano derecha colgaba un busto de mármol blanco, manchado de sangre.

¡¡¡Mamá, mamá!!!!……. Y rompió a sollozar. ¡¡¡Mamá……!!! Mati no podía articular palabra, solo llamaba a Regina, mientras le tendía los brazos, con la cara desencajada. ¡¡Mamá, Dios mío, mamá…… mamá!!!……..

La muñeca seguía contemplándolo todo, desde lo alto del cojín, con los ojos muy abiertos, y la cara de porcelana blanca salpicada de sangre…..

Fuera, un relámpago ilumino toda la habitación.…….


FIN